
Hace unos días comentaba la actitud y las estrategias llevadas a cabo por otros sindicatos en su campaña electoral. Y cómo nuestra apuesta por mensajes positivos, en los que no nos comparábamos con nadie, en los que teníamos claros unos objetivos, nos había dado un gran respaldo electoral.
Hoy quiero hablar sobre el nivel de crispación al que asistimos en nuestra sociedad. No es infrecuente encontrarnos con determinados delegados sindicales de otras organizaciones que en un foro de debate (junta de personal, comité de empresa o incluso mesa sectorial) se permiten el lujo de descalificar y atacar en lo personal a los delegados rivales. Me preocupa cuando en nuestra sociedad la palabra negociar y el concepto de sentarse a hablar se han convertido en traicionar los principios, venderse al contrario o bajarse los pantalones.
En el mundo de la política, y también en el sindicalismo, negociar es nuestra principal herramienta de trabajo. Negociar es una palabra muy grande y muy bonita. Negociar es un arte, es un reto, es una gran habilidad que se puede aprender, afortunadamente.
He oído mucho ruido alrededor de las negociaciones. He oído descalificar ael contrario sin haber escuchado siquiera la propuesta, sin haberla analizado, sin haber dejado explicarse al otro. He visto cómo se han tergiversado propuestas, cómo se ha manipulado la información para crear opinión en contra.
Lo he visto en la política y no me gusta. Pero me gusta menos aún en el medio en el que me muevo ahora, que es la acción sindical.
Por eso quiero recordar una frase que siempre me dice bajito y al oído nuestro secretario general cuando estamos en la Mesa Sectorial y algún sindicato empieza a atacarnos. “Nosotros a lo nuestro, el adversario es la Administración, no los otros sindicatos. No vamos a contestarles”. Y se hace el silencio.
Qué gran verdad. Los órganos de representación de los trabajadores son de negociación y de consulta, nada más. La última palabra la tiene siempre la Administración. Sólo tiene que cumplir con el requisito legal de demostrar haber negociado, pero no tiene por qué ceder ni un ápice en su propuesta inicial. Puede llevarla a cabo sin cambiar ni una coma. Entonces, ¿para qué sirve estar ahí? Sirve para modular, sirve para hacer ver que negociando y consiguiendo que las propuestas se adapten a lo que quieren los trabajadores serán más fáciles de implantar.
Entonces, ¿no es mejor que las organizaciones sindicales estén unidas en un frente común para defender juntas los intereses generales de los trabajadores? Yo creo que sí. Cada una con sus matices, con su ideario, con sus objetivos particulares, pero unidos somos más fuertes.
Lamentablemente, no todos los sindicatos piensan así, ven a los otros como su competencia. Y pelean entre ellos. No se dan cuenta de que eso nos debilita a todos, y que abunda en la imagen negativa que de los sindicatos tiene la sociedad. Por eso ese hastío en la participación, tan baja, en las elecciones sindicales. Por eso nos cuesta tanto hacernos oír entre tanto ruido. Porque a veces callamos. Callamos porque el silencio dice más que el ruido. Porque si no tienes que aportar, es mejor no decir nada, como nos decían nuestras madres.
Ojalá vaya calando este mensaje positivo y se rebaje el nivel de bronca y crispación en toda la sociedad. Nos enfrentamos a 4 años de legislatura, no sabemos si con cambio de gobierno, pero seguro que con cambio de interlocutores. Hay mucho por hacer, la sanidad madrileña está en una situación muy difícil, necesitamos ser fuertes. Necesitamos que el ruido desaparezca. Ojalá lo consigamos.