EDITORIAL. “Nos necesitan, nos temen, nos odian… ¿O simplemente no saben qué hacer con nosotros?”, por Ángela Hernández

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Volvemos a vivir tiempos convulsos. La alerta sanitaria del SARS-CoV2-19 destapa las vergüenzas de un sistema (¿he dicho uno?), de 17 sistemas sanitarios que se sostienen como pueden para lo cotidiano, para lo bueno y para lo malo en médicos y otros titulados superiores (TS) sanitarios. Facultativos que, a tenor de las reacciones que nos llegan, y a pesar de sufrir seguro de sesgos de selección, ya que los descontentos pueden ser más proclives a expresarse que los contentos, se sienten maltratados, ninguneados e infravalorados a nivel retributivo, de consideración y de reconocimiento.

Como toda crisis, aflora lo mejor y lo peor, todo ello en mitad del sobreesfuerzo requerido a equipos médicos que ya arrastran carestías de base. Contemplamos cómo baten las olas frente a la primera línea (Urgencias Hospitalarias, Atención Primaria-SAR y Urgencias Extrahospitalarias-SUMMA112) y cómo se ponen a prueba otros servicios como Laboratorio, Radiología, Unidades de Cuidados Intensivos, Neumología, Medicina Interna y Salud Pública, por citar solo algunos.

Puede resultar repelente entonar el “ya te lo dije” que tan mal nos sentaba cuando nos los decían nuestros padres y que, sin que podamos creer que ha pasado tanto tiempo, nos encontramos repitiendo a nuestros hijos. Pero en este caso no queda otra que repasar lo que desde AMYTS llevamos años denunciando.

Voy a centrarme en las primeras líneas de atención:

  • Urgencias Hospitalarias, esa categoría de médicos que llevan décadas solicitando el reconocimiento de una especialidad para poder desarrollar plenamente su profesión y poder competir en igualdad de condiciones en un medio de la complejidad que supone un hospital. Es categoría que ostenta el dudoso honor de tener el mayor porcentaje de temporalidad entre las diferentes categorías de facultativos, alcanzando el 85%. Con plantillas que, aún demasiado a menudo, son utilizadas como recurso para dotar de personal a otros servicios, y que, a la luz del estudio frío de los números, se considera bien dotada por la Administración y totalmente insuficiente desde el punto de vista de los facultativos. Y me atrevería a decir también que de los pacientes.
  • Atención PrimariaSAR, los “hermanos pobres” desde el punto de vista de un presupuesto sanitario siempre creciente y acaparado por el gasto hospitalario, a pesar de que está sobradamente demostrado que su incidencia en la salud es enorme y reconocida por la OMS. Por desgracia en Madrid está boqueando, con centenares de plazas vacías de médicos de familia y de pediatras de AP por ausencia de suplentes dispuestos a aceptar las actuales condiciones de trabajo, con la consiguiente sobrecarga de los que están y la irreparable pérdida de todos aquellos que deciden irse: a otros países, a repetir el MIR e incluso renunciando a la Medicina.
  • Urgencias extrahospitalariasSUMMA112, conformado por el Servicio de Urgencias de Atención Primaria (SUAP), Unidades de Atención Domiciliaria (UAD), Servicio de Coordinación de Urgencias, Vehículos de Intervención Rápida (VIR), Unidades Móviles de Emergencia (UME), etc. Esa mezcla ente las urgencias de primaria, el trasporte sanitario, la atención del 112 y las emergencias extrahospitalarias compartidas con el SAMUR en Madrid Capital… ¿Qué podría salir mal? Como nos cuenta el sector SUMMA 112 de AMYTS cada semana, actúa infradotado cada fin de semana, y en épocas vacacionales y de especial saturación, por la ausencia de médicos suficientes.

Si estos son los problemas cotidianos de estos servicios, ¿qué medidas se están tomando para que la alerta sanitaria actual no agrave las carencias en las que se ven obligados a ejercer?

Lo he escrito con anterioridad, y temo que tendré que seguir haciéndolo: tenemos que decidir entre todos el tipo de sanidad que queremos darnos como sociedad. Con la actual financiación a través de los impuestos de todos no va a ser posible continuar manteniendo el excelente Sistema Nacional de Salud que tenemos y que deberíamos preservar mientras los políticos se dediquen solo a las fotos y a ponerse las medallas del esfuerzo de otros, porque el descontento cada vez es más palpable y la barra libre inviable, sin personal y medios tras ella.

Esos médicos y TS que, tras doce años de formación, se miran en las condiciones laborales de países de nuestro entorno y deciden muchas veces hacer la maleta aun sabiendo que, dada la configuración del sistema, la vuelta es más que improbable. Esos médicos que a pesar de las quejas de pasillo, cuando surge una alerta como la que atravesamos actualmente dan lo mejor de sí mismos cada día. Esos médicos están hartos y cansados de que se les ningunee y se les maltrate. ¿Qué vamos a hacer para que no se marchen, se quemen o incluso enfermen?

No somos como el resto de las categorías sanitarias, asumámoslo, y, volviendo al título de estas reflexiones, dejemos de preguntar los motivos por los que Administración nos trata de esta forma, y pongámonos a pensar en cómo vamos a lograr el trato que merecemos y cómo deseamos ejercer la profesión médica que elegimos y que tantos esfuerzos, desvelos y compensaciones nos aporta cada día. Porque, ¿os cuento un secreto?: nadie lo va a hacer por nosotros.

Ángela Hernández Puente
Especialista en Cirugía General y del AD, Hospital Universitario del Sureste. Vicesecretaria General de AMYTS

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