
Desde nuestra torre de marfil, mirábamos con condescendencia a la historia: guerras, pestes, hambrunas… recuerdos nunca vividos por nuestra generación, ni la de nuestros padres y menos la de nuestros hijos.
Las crisis de Occidente eran ajustes del mercado; épocas de recesión que rápidamente precedían fases de crecimiento: bienestar, confort, la esperanza de vida crecía y una falsa sensación de seguridad anidaba en nuestros corazones. Un sentimiento de que las cosas eran estables o si no controlables.
Solo ha hecho falta la aparición de un virus -de la misma especie de los que producen un catarro- para ponernos en nuestro insignificante lugar.
Qué decir de mi profesión: donde tan solo se invertía en el cáncer o la diabetes o la hipertensión (males relacionados en gran modo con la sobrealimentación y el sedentarismo de nuestra época donde se patologiza el envejecimiento), la menopausia o la calvicie.
Nos habíamos hecho a la idea de que la era antibiótica, la higiene y las vacunas habían acabado con los mayores asesinos de la humanidad: los microorganismos.
Desde hace años los grandes laboratorios habían dejado de invertir en nuevos antibióticos y ya se presumían problemas graves en el futuro, pero todo parecía tan lejano.
Hoy estoy en Ibiza y mi amigo Pedro me ha dicho que el número de turistas del 2020 es similar al de 1980; 40 años de crecimiento que se han venido abajo por un virus .
Mientras paseaba por las ahora desiertas playas de Santa Eulalia, con sus sabinas de troncos retorcidos, con una luz preciosa e irreal de invierno y un Mediterráneo encrespado, no podía menos que pensar en todos los que pasaron por aquí (fenicios, romanos, moros, beréberes); si pudieran ver nuestra fragilidad tapada con la capa del progreso.
Somos una generación de blandos, nos falta el curtido del hambre, del frío y del dolor. Nos sobra soberbia y prepotencia impostada.
Ojalá esta pequeña peste nos haga reflexionar y elimine parte de la estupidez de nuestras vidas. Ojalá nos haga apreciar lo bueno que nos perdemos de nuestra existencia: la familia, el amor, los amigos, el sexo, el vino, caminar, reír, llorar, leer, rezar, el cine, la música, comer, cocinar, nadar y tantas cosas que resultan milagrosas y que solo apreciamos cuando las perdemos.
¡Os deseo un feliz 2021!
Óscar Rodríguez Rodríguez
Médico SUMMA112. Delegado sindical de AMYTS